María & Álex
María y Álex depositaron toda su confianza en mi para hacerles el vídeo de boda y lo pusieron todo súper fácil desde el principio. Dos semanitas antes de su boda, nos reunimos para hablar del gran día, nos coordinarnos y para pre-celebrarlo, nos permitimos un heladito en la heladería "La Romana" (si no los habéis probado, es algo que no podéis dejar pasar), en Valencia.
Además, gracias a esta pareja, mi camino se cruzó con el de Amanda Dreamhunter, vaya regalazo. Qué maravilla es encontrarte con personas tan guays, que disfrutan tanto de su trabajo y con las que poder compartir la forma de entender las bodas. Ellos se llaman Aitor y Carmen, y fueron los encargados de hacerles las fotos de la boda.
María, se vistió en una habitación del hotel Catalonia Excelsior. Era pequeñita pero nada que nos impidiera trabajar a gusto. Nos dio más intimidad. Álex, por el contrario, contrató un airbnb muy chulo en el centro de Valencia. Era espacioso y con mucha luz. Una gozada para Amanda Dreamhunter y para mi.
El momento preparativos siempre es uno de mis preferidos, porque aunque hay un ligero ambiente de nerviosismo, es un momento muy cercano para disfrutar de los protagonistas de la historia. Álex se lanzó a tocar un piano completamente desafinado, que nos dio para un rato de carcajadas.
Para la ceremonia, no podían haber escogido una iglesia mejor. San Agustín es una pasada, es grande y luminosa. Si vivís o habéis pasado por Valencia, la conoceréis.
Cuando hago las fotos o el vídeo de boda para una pareja, siempre digo que me siento un privilegiado, porque tengo la posibilidad de vivir y disfrutar junto con los novios de cada momento del día. Simplemente estoy ahí, sin hacer mucho ruido, filmando cientos de detalles. Y uno de los momentos más cruciales es sin lugar a dudas, la ceremonia.
Pudimos disfrutar de las lecturas tanto de la hermana de María, como de la hermana de Álex (entre otras) y consiguieron que media iglesia echara mano al bolsillo para sacar un pañuelo para secarse las lágrimas por la emoción. Adoro estos momentos únicos. Suponen un reto conseguir grabarlos como se merecen, pero para mi es un reto muy chulo cuando estoy haciendo un vídeo de boda.
San Agustín estaba abarrotada de gente, eran muchísimos invitados. Ya os podéis imaginar el momento del arroz... aquello fue literalmente la guerra. Puedo decir que de aquella batalla salí vivo, pero por poco. La lluvia de arroz fue inminente y desmesurada. Si además hubieran lanzado una traca (que menos mal que no), entre el ruido, el humo y la lluvia de arroz, eso hubiese sido un "Salvar al soldado Ryan 2" en toda regla. Y una cosa he de añadir: hay gente con menos puntería lanzando el arroz que un elefante tuerto.
Salimos vivos de ese lanzamiento de arroz y nos dirigimos directamente a la masía donde se iba a celebrar el convite: Huerto de San Vicente. No salió un mal día, pero de pronto el cielo se puso tontorrón y empezó a llover. Lo rápido que resolvieron esta circunstancia en la masía fue de aplauso. La cena iba a celebrarse previamente en exterior y la masía preparó rápidamente las mesas y toda la decoración en uno de sus salones. Quedó brutal.
La cena estuvo llena de sorpresas. Fue una fiesta constante, con actuación en directo incluída por parte de una amiga de la novia. La verdad es que siempre que grabo un vídeo de boda, suelo estar poco tiempo sentado para comer porque me gusta estar pendiente y no perderme ni un detalle... y en esta boda, no fue diferente.
Fue una boda llena de alegría, de esas que se te clavan en la mente y que te encantaría que se volviera repetir. Es una sensación que me ha acompañado por suerte en muchas ocasiones y cada vez que termina mi trabajo en una boda, estoy deseando que llegue la siguiente.